sábado, 23 de febrero de 2013

ANTONIO CARVAJAL, Premio Nacional de Poesía 2012

Antonio Carvajal (Albolote, Granada 1943) ha obtenido el Premio Nacional de Poesía 2012 por su poemario Un girasol flotante, editado por KRK en su colección "Malas Letras".
Es profesor jubilado de Retórica y Métrica de la universidad de Granada. Lleva escribiendo desde hace más de 40 años, por lo que su voz poética tiene la madurez suficiente para ser reconocido como uno de los mejores poetas actuales. Entre sus libros destacan: Tigres en el jardín, Serenata y navaja, Siesta en el mirador, Después que me miraste, Testimonio de invierno, Los pasos evocados, Diapasón de Epicuro, Una canción más clara, Cartas a los amigos y Pequeña Patria Huida.
De la entrevista concedida a la revista EL CULTURAL destacamos los siguientes comentarios: 

   "Yo no soy poeta de etapas sino de fondo. No me interesan las carreras sino el andar. Como no he ido corriendo ni he hecho de la vida una carrera literaria, mi poesía se ha ido produciendo naturalmente y reproduciendo los cambios de mi vida"

    "Lo malo hoy no es que falle la métrica sino la gramática, porque tenemos un sistema educativo que no cuida el idioma y una sociedad que no cuida el habla ni las conductas. Son problemas que acechan a los poetas futuros"

Alguno de sus poemas:

Correspondencia 

Fosa común de pájaros y fuentes
eran tus ojos en la tarde ardida.
Había un brillo cruel de luz mordida
en tus labios sin besos y en tus dientes.

Ayer dos corazones coincidentes,
hoy dos bordes sangrantes de una herida,
mañana doble sombra de guarida
de sierpes y de lobos impacientes.

Tú, aquí; él, por ahí: Porque no es buena
la vida, no: No es justa y no es sagrada
para quien muerde el fruto de la ciencia.

Esa ciencia que nace de la pena
de no verse mirada en su mirada,
pedir amor y recibir paciencia.
                     De Serenata y navaja, 1973
Noviembre
                                 A mi padre

Me acodé en el balcón:
las estrellas giraban,
musicales y suaves, como los crisantemos
de las huertas perdidas.
Toda la noche tiene manos inmaculadas
que pasar por las sienes que el cansancio golpea,
húmedos labios trémulos para tantas mejillas,
corazones acordes al par de sus silencios.

Me acordaba de ti,
del que no fueras nunca,
casi flor, casi germen, casi voz, casi todo
lo que nombra un deseo.
Aquél que hundió en la tierra su planta generosa,
los olivos que ceden su fruto a las escarchas;
el que alzaba su mano como si fuera un grito
poderoso y maduro sobre el marchito júbilo.

Me acordaba de ti,
como en noches pasadas,
tanto amor que se logra pero no se consuma
por no sé qué misterio,
y el corazón, tan lleno de flor y flor perenne,
de estrella y lunas fijas, de campo y campo abierto,
abría sus balcones hacia un paisaje oscuro
de paciencia y de adiós, de clemencia y de olvido.
                       De Extravagante jerarquía, 1981

El color de la música
                                          A Juan Antonio Díaz

Porque el vencejo alza su vuelo sobre el nido
y en la noche profunda, cenital, se despliega
como una sombra extensa, protectora, acechante
del pulso de la vida,
tu color primitivo, música de mis venas,
recuerdo de una voz que me nutrió en su seno,
no puede ser jamás el negro de los lutos,
sino, niño escondido,
el de las aguas densas, nutritivas, cerradas;
como lento dulzor, como miel de la luna,
tu negror es la sima donde resuena el gozo.

Es la voz de los ríos numerosos de frondas,
lor ríos vigilados por los verdes oboes
que protegen y cantan por las amplias praderas;
con su rumor de pasos,
aquí ponen un blanco de azucena florida,
más allá los fulgores de una amapola, un súbito
morado de racimos de lilas, oros fríos
en los labios del cielo.
Mientras el clarinete remonta las cascadas
ocres de los timbales y el fagot lo persigue,
la cuerda se desmaya sobre otra luz, y tiembla.

El color de la música no es puro. Lleva gotas
de sudor, lleva lágrimas, convulsiones, gemidos,
risas ocultas, francas, acosadas, distantes
como los astros. Salta
de los iris negados, de vinos y venenos
donde las perlas caen con rumor y disuélvense.
No esperes, alma mía, que propague tu pulso
como un eco armonioso
que una boca de amor con carmín incrementa.
El color de la música y el color del olvido
brotan del mismo sueño que el placer y la umbría.
                                           De Un girasol flotante , 2011

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